domingo, octubre 15, 2006

Sábanas sin planchar, recuerdos en almidón

Las altas zancadas de mis dedos recorrían la corta ladera de tu cuello.
Con paso firme rotando la muñeca para emplear mi palma en tu esponjoso pelo.
Como si mi mano fuera el director de orquesta y tu cabellera aquél violinista violento.

Revélate contra mi, laguna de tu pelo.

Gírate y muéstrame las partes en las que se pierden mis ojos.
Como en el brillo de los tuyos, o tus labios que entra mi lengua y echas el cerrojo.

Revélate contra mi, laguna de tu fuego.

Te flexionas, te retuerces y tus piernas abrazan mis costados.
Tus pies se atan a mi espalda mientras tus tobillos hacen un golpe de estado a mi piel.
No hace falta que me hables, porque las mentiras de tu boca y actos, pasaron.
Porque el arrugado pasado se perdió bajo la cama y tus fluidos vuelven a ser como miel.

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