Que mi imaginación ya no da rienda suelta a soñar durante algún segundo de los minutos de mis horas pensando lo que podíamos haber alcanzado.
Te gustaría saber de que ya no estoy condenado en aquella celda enganchado a
grilletes de lamentaciones.
Camino sin más dilación, quizá arrepentido de aquellas horas y tiempos muertos que tú decidiste darme, aquellos regalos que nada más que fueron espejismos reflejados en algo que nunca existió y que nos engañamos a nosotros mismos para ponernos a prueba de que sabíamos amar, aunque el mar con sus olas nada más dejaron espuma, que al pisarlas en mis largos paseos por la orilla, notaba un escalofrío en mi nuca, que me sabe a impotencia por no haber compartido esos momentos contigo.
Donde quieras que estés, te diré que no volveré a ver tu sonrisa nunca más, y que en mis recuerdos vivirá eternamente, aunque tú hayas muerto y te fuiestes sin despedirte, tal vez nunca viniste a mi y lo nuestro fue una novela melodramática que en nuestra dejadez no quisimos ponerle fin, quizá porque se nos llenó todo de borrones por el hastío de lo nuestro.
Donde quieras que estés no te gustaría saber que te enterré, tú quisiste morir a manos de ti, y ni siquiera ya nadie se acuerda de dejar flores en tu tumba.
Texto a raíz del comienzo de
"Donde quieras que estés"por Eugenia Herrera.