viernes, enero 23, 2009

Miel y Sulfuro

Es absurdo escuchar al silencio y adivinar qué sabor me dejan tus palabras en el paladar cuando mis ojos en contra de mi mente, leen de nuevo aquella servilleta del restaurante de carretera donde degustamos unos donuts caseros y nuestro amor con sabor a nuevo.

Sabor a paquete de tabaco recién abierto, de despensa llena hasta el techo, de tienda de abetos de navidad.

Es curioso como mi mente se contradice o se tortura o yo que sé.

Las despensas se vacían, y el tabaco se consume.


Y la navidad es un lastre para un no creyente como yo.

Porque la navidad para los ateos o agnósticos, es un lastre que hace entrever nuestros recodos de hipocresía. Porque a todo el mundo con corazón nos gusta que se acuerden de nosotros, de ver año tras año como algunos ojos siguen brillando con la misma intensidad.

Aquellas palabras escritas en una servilleta en nuestro juego recién comenzado de “dimes y te direses “ – pero de esos que hacen reavivar el alma, como una garrafa de gasolina en la hoguera, como una gavilla seca recién posada sobre las brasas – es para mí, un grillete que ni la llave del tiempo y la distancia nunca pudo abrir.

Y es que este silencio y mi Faustino me consume, en un acto recíproco de mortandad consentida: de desgaste mutuo como dos amantes en el lecho de su cama en la última hora de la humanidad.

Mirándose fijamente a los ojos y recorriendo con las manos cada centímetro de piel de la cara. Como si los ojos no les fuera bastante. Como si los dedos pudieran hablar, mirar, saborear. Como si la memoria después de la muerte habitara en cada yema de los dedos.

La mortandad consentida es tirar la toalla a todas las pocas oportunidades que tocaron en mi puerta.

Oportunidades con mil nombres de mujer, de perfumes diferentes y de gustos tan diferentes a los míos que hubo un tiempo en el que pensé que algunas podrían cambiarme.

Tumbas vacías con lápidas llenas de rosas, con inscripciones en oro con bellos nombres de mujer. Con las fotografías más preciadas –las que les hizo mi memoria la primera vez que mi corazón se canso de ser un músculo para hacer fluir mi sangre y darme un toque de atención de que todos los músculos de mi cuerpo estaban aburridos de tener un amo tan rutinario como yo- que guarda mi ser, con una buena dosis de idealismo.

Todas aquellas tumbas bajo metros de tierra que no tapa su olor a cadáver de rancio, otras veces a rosas y otras a viento del norte que solamente huele a estufas de leña que corretea por las calles de la barriada antigua y con mil cuchillas custriendo los labios y haciendo llorar la nariz.

Lo curioso de todo es que todas, absolutamente todas de esas mortajas enterradas en mi cementerio de mi putrefacta mente, están vacías. Y sueño a veces que sus fantasmas vengan a visitarme a mi botella de Faustino, a mi silencio y a mí.

Pero esos espectros siempre serán como humo: un leve deseo en las noches más frías de tocar lo que un día las malas cabezas, o el amor que no supo llevar a buen camino esa transición que supone entre la idealización de los primeros días hasta el amar de verdad la persona que es en sí.

Esas personas un día acabarán por desempolvarse y empolvarme a mí, enterrándome en mi tumba cavada con mis propias manos que un día llevaron otro nombre. Porque ya el vino cansa al hígado, y el tiempo a mis arrugas.

Y mi espíritu con sabor a miel y sulfuro que jamás tuvo término medio –el término medio lo vomité en mi primera borrachera– se entremezclará con mi autoperdón, porque a fin de cuentas, mi mala cabeza se antepone entre el yugo y el martillo.



Es complicado mantener servilletas con palabras bonitas en cajones rotos, pero es más difícil enterrar a gente viva en un corazón demasiado hueco.

lunes, enero 05, 2009

La abominable transición del amor y su moraleja cautivadora





La existencia de un edén más allá lejos de tus piernas es para mí hoy en día, ciencia ficción.
Caigo en un agujero negro si pienso que hay vida más allá de mis raíces sumergidas en ti y en el abono que se convierte cuando mantienes tu mirada sobre mí y tus ojos no tiemblan.
Tanta delicadeza en tus manos, tanta fragilidad en ellas en las que albergan tan excitantes tesoros , se hace extraño imaginar que un día fueron fustigadas y enterradas por otras manos llenas de odio y de celos descontrolados.

La tortura se ciñó en ti, a los ángeles se les deja libres para que la luz rompa las tinieblas.
Pero las tinieblas luchan con espadas desgraciadamente muy afiladas y los ángeles son tan delicados…

Como tú, viajando sobre alas de ingenuidad. Con tus manos delicadas en las que denotan que nunca blandieron espada alguna mas que no fueran tus labios dando vida a tu sonrisa y destronando la adversidad.

Terremoto de divinidad fueron las causas en las que yo con mi corcel deshuesado fui a rescatarte de tan siniestras garras y no dejar sin embargo un río detrás de mí de sangre.
Sangre mía y otras vertidas por causas ajenas, daños colaterales o princesas y ángeles en las que yo me torné aliado del diablo poseído por las tinieblas torturando mil ángeles sin piedad hasta llegar a tu torre escalándola con la conciencia endemoniada hasta que tu perfume y tus manos angeladas me exorcizaron.

Así llegó la calma y tu liberación.

Fue una muestra más de que los ángeles y demonios, la furia y el bálsamo, la tormenta y el silencio son caminos que hay que recorrer para perdernos en un hermoso edén en el que un día fuimos víctimas y verdugos.

jueves, enero 01, 2009

Año Nuevo

No podré contar
qué ocurrió ayer,
fue hace tanto tiempo
que el sol se ha vuelto a poner.

Embobado, insomne,
acaricio la piedra que encontré.
Todos duermen pero ella,
con el ruido, no la pudo ver.

Con vivos, muertos, brindando juntos
por un año más, un año menos
que dolerse de esta herida y de esta luz.

Ella llegó tarde, no vio a nadie,
fue directa a dormir.
En vez de su piedra
encontró una fiesta en su salón.

Con vivos, muertos, brindando juntos
por un año más, un año menos
que dolerse de esta herida y de esta luz.

Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...
Con vivos, con muertos ...

Con vivos, muertos, brindando juntos
por un año más, un año menos
que dolerse de esta herida y de esta luz.

Con vivos, muertos, brindando juntos,
un año menos que dolerse de esta herida y de esta luz.




Vetusta Morla - Año Nuevo