viernes, noviembre 25, 2005

Elena ya no pasa frio



Elena se despertó de madrugada después de tener una pesadilla. Su cama llena de arrugas, totalmente deshecha y una inquietante corriente de aire le recorría los dedos de sus pies. Se asomó, levantando su cabeza perezosamente y observó que las sábanas se habían salido del colchón, era algo que odiaba, así que se levantó y de paso fue a la cocina a tomar un vaso de agua. Allí, a oscuras, observó por la ventana al típico borracho que se tambaleaba de acera en acera, sin rumbo, quizás buscando algún cartel luminoso en algún portal y tener la suerte de que sea un bar, o quizás en busca de su casa. Allí, sin rumbo, Elena vio en él algo parabólico, ella iba sin rumbo, ella se lamentaba de lo que algún día pudo ser, de esa oportunidad que escapó, de esa decisión que nunca llegó a tomar, de decir adiós. Y ahora ahí está, sus sueños se enfrían como sus pies como si alguien le levantara las sábanas y se las sacara del colchón, así vivía, a su manera, en su particular mundo creado por ella, pero siempre había algo, un remordimiento, un “por qué” que recorría su tediosa vida.

Entró en su habitación, remetió sus sábanas, he intentó conciliar el sueño sin pensar demasiado. Se despertó al mediodía, ya el sol completamente acomodado en el suelo de su habitación, mientras ella si inclinaba de nuevo y observaba otra vez sus pies, “Maldita sea!!”, hizo un amago de levantarse, y a los pocos minutos, si reincorporó en el lateral de su cama mientras apartaba su pelo de su cara y con sus dedos, lo arrastraba hasta el extremo de sus orejas. Se preguntaba qué hora serían, y mientras intentaba encontrar sus zapatillas, observó el teléfono en su mesita, pudo adivinar de que tenía un mensaje recibido, raro era que no se diera cuenta, ella tenía mal dormir, raro era que el sol la llamara para levantarse.

Nunca creyó en el destino, y el problema que tenemos las personas, es que no creemos porque no ocurren las casualidades que queramos que ocurran, porque a veces, las cosas no salen como las teníamos previstas, y aún así, eso no debe de ser malo, a veces, todas las casualidades nos enseñan algo, Elena ya estaba cansada de soñar en casualidades, Elena ya usaba la táctica de ver como rodear esa piedra antes de tropezar en ella, pero esa mañana, esas letras en una pantallita, le hizo volver a creer en ellas.

“Hola Elen, soy Jorge, te acuerdas?
Hace más de 7 años que no nos vemos
Te apetece quedar a tomar un café?
Un beso.”

Cuanto tiempo sin saber nada de él, Jorge se casó con Sara, hará unos 5 años.
Y Sara era amiga inseparable de Elena, eran casi hermanas, pero tan diferentes…
Las dos soñaban con Jorge, pero Elena solamente soñaba con que le acariciara la cara y saliera de sus labios un ligero y cariñoso “te quiero”, mientras ella le dedicara una sonrisa y sus ojos brillaran entre lágrimas, entonces él se acercaba a su boca para saborearla.

Elena le contestó, se puso su mejor vestido, le dio un color rojo pasión a sus labios y se alisó el pelo.

viernes, noviembre 04, 2005

Afortunado en el juego

El otro día, hablando con una amiga, me comentaba que nosotros no podemos elegir de quien nos enamoramos, y mucho menos elegir a las personas que queramos que se enamoren de nosotros.
Así que desde ahora en adelante he decidido no jugar más a juegos de azar.
A lo mejor si no juego más a la lotería y no hecho nunca más la primitiva, tenga suerte y sin gastarme ni un duro, me toque.
No es que me haya levantado hoy esperanzador, sino demasiado irónico conmigo mismo.