lunes, diciembre 25, 2006

Confesiones para el hombre que descendió de la chimenea

Otro año más en el mismo sitio, otro año más evaporado.
Cortezas de naranja en las brasas, aroma a un recuerdo.

Quizá es lo único que me queda, recopilar olores.
Abanicos de fragancias que vienen en un instante concreto, y recuerdas a alguien.
La nostalgia del humo, al calor de una llama.

Las manos agrietadas golpean la nuez.
Las cáscaras usadas como barquitos.
Con los años la nuez me partió a mí y rumbo a la deriva.

Aún te espero como todos los años con el mismo semblante.
Un rostro ocultando lo descompuesto, una boca rotulando esperanza.
El corrector del miedo, blanco tachón sobre un recuerdo.

¿Qué me traen esta vez tus renos?

¿Caminos hacia el reencuentro o nebulosas disipadas?

Tienes tu recompensa sobre la mesa, un músculo que ya no late.
Palabras desaliñadas que le penden con el acento oxidado.

Te apagué la lumbre, como siempre.

Para que desciendas mejor, o tal vez para que sientas el mismo frío que siento yo.

Si decides volver, tráeme algo más que naranjas.

Deja que me pelen mi piel y la tiren en alguna brasa.

Déjame arder en el calor de algún juego de brazos y sin humo mas que se escape de algún aliento.

domingo, diciembre 17, 2006

"Lo siento, yo tengo la culpa"

Vivir sin tener a los que quieres cerca, es una tortura que se hace más retorcida cada vez más por el miedo. No se puede estar siempre disculpándose, ni callar por miedo a joderla de nuevo.

Y el caso es que quizá no tenemos la culpa y detonamos el dispositivo de culparnos a nosotros mismos el daño que se les hace a las personas que queremos. Es más fácil sacar del bolsillo el dedo acusador y dirigirlo contra nuestro pecho, con dagas de la talla de: que si somos demasiado exigentes, que si somos demasiado posesivos, que si pedimos demasiado…

Y en el fondo la venda del amor no nos deja ver que lo único que queremos es que sean la mitad de generosos que lo somos con ellos, que de vez en cuando ya que los abrazos y los besos aún no corren por fibra óptica, nos hagan sentir nuestra pequeña recompensa, como el perro que busca una propina al hacer un buen trabajo.

Porque es lo que hay en el fondo de todo ser humano, ser compensado.
Y las compensaciones vienen de mil formas como incluso la satisfacción propia sin pedir nada a cambio, pero si no funcionara esa química en nuestro cerebro de que un acto de generosidad regalado a los nuestros sería en vano, no se acumularían tantos de ellos que al final crees que son inservibles, y cojones, si no le vas a darle utilidad, agradecerlo sin la necesidad de devolverlo.

En definitiva, que no se trata de un acto de egoísmo, se trata de un acto de desgaste por un ofrecimiento que no ha servido para nada y las orejas del fracaso y del despecho son muy puntiagudas y a veces se ven a kilómetros.

domingo, diciembre 10, 2006

Barras de bar, vertederos de amor

Me gustaría saber a donde llevan la basura de aquél pub. Supongo que los corazones rotos no se venden a un alto valor en el mercado, y menos que estén rotos y lastimaros.
La culpa de nuestra ingenuidad, de nuestra facilidad de… bueno, nuestra necesidad de amar, y que nos den un poquito aunque sea menos de lo que nosotros podemos dar.

La de historias que sé de gente muerta por culpa de perder el corazón en la barra de un bar, la de historias que sé de camareras que sin querer, son unas torpes, y por una simple palabras de más, una mirada rápida en tono malinterpretado –a veces esconden algo más que “trabajo”-, propinar con una conversación el buen gesto del cliente y su educación y un largo etcétera, han dejado caer más que casquería por el suelo, con la fragilidad que allí muchos ya llegan… Que regalen camisas al entrar en los bares con el logo de “Muy Frágil” y detrás el signo del paraguas, y si me pongo exigente, que pongan una flechita hacia arriba, por si perdemos el equilibrio.

Muchas historias de gente encontrada, de reencuentros, de gente que la casualidad – ¿alguno cree en el destino? – ha hecho compartir el mismo espacio con sus manos, simplemente al pagar quizá, cuando la música amortiguaba el ruido de las monedas sobre la barra. Cuando entonces entra la canción “Insurrección” y se deja de observar las botellas del fondo de la barra como el que busca una solución en un cartel de anuncios a la soledad. Buscan a alguien, y se encuentran. Algunas veces van más allá de los bailes en la pista, algunas veces ya no se encuentran y se olvida. Pero el alcohol es muy cabrón, y una vez que vuelven a caer los cubitos en la copa, el corazón se resiente y empieza a recordar. Vuelves a mirar las botellas y que empiece de una puta vez esa jodida canción.


El Ultimo De La Fila - Insurrección

¿Dónde estabas entonces cuando tanto te necesité?
Nadie es mejor que nadie pero tú creíste vencer.
Si lloré ante tu puerta de nada sirvió.
Barras de bar, vertederos de amor...
Os enseñé mi trocito peor.
Retales de mi vida,
fotos a contraluz.
Me siento hoy como un halcón
herido por las flechas de la incertidumbre.
Me corto el pelo una y otra vez.
Me quiero defender.
Dame mi alma y déjame en paz.
Quiero intentar no volver a caer.
Pequeñas tretas para continuar en la brecha.
Me siento hoy como un halcón
llamado a las filas de la insurrección.


viernes, diciembre 01, 2006

El largo camino del adiós

Hay algunos días que lanzaría todo por la borda.

Si, hay algunos días que hasta vuelvo a pensar en ti.
Y eso que ya nunca paso por tu casa, te creía tan olvidada…
Pensaba que todo terminó aquella mañana.

Un largo camino de tierra y la nube de polvo fue tu beso de despedida.

No puedo contenerme tantísimo tiempo este nudo en la garganta.
Trago y por más que trague, no se me va tu sabor.

A tierra.

Sé que no puedo vivir así, no puedo levantarme por las mañanas,
encender la luz, y fijarme con los ojos pegados si aún estás en esa fotografía.

No sea que te vayas también de ella y sólo dejes más que tierra.

Me compré un velero, no sé si te lo habrán dicho.
Si, sé que te gustaba el mar, y aunque lo hice para tenerte cerca sin tenerte,

lo hice para quitarme tu sabor a tierra.