domingo, septiembre 24, 2006

Nudos marineros y algunos en la garganta por decir que te quiero

Puedo contraer mi corazón y hacerlo explotar por una motivación totalmente ajena a mi frialdad con un simple roce de tus dedos sobre mi piel.

Besos, besos y besos…

¿Por qué te gustan tanto mis besos?

¿A caso te sacian la sed viniendo de un hombre que en su día escupió tu nombre acuchillándolo de mil golpes secos hasta convertirlo en miles de sílavas con la fonética quebrantada?

Supongo que cambié. Bueno, sabes que no del todo.
La cabra siempre tira al monte. O en mi caso, el cabrón siempre tira al monte.

Aquella vez tomé una decisión muy precipitada de lo que nos podía pasar si no usábamos más las técnicas de restregarnos todos nuestros tropiezos a la cara.
Creo que viendo las circunstancias, mis nuevos hábitos y las pocas ganas que tuve de seguir llorando por quedarme estancado en mi jaula construida por mis propias manos, reconocí que aunque tú engullistes la única llave que forjé, e hice que la vomitaras disparándote versos de una pizarra imaginaria dibujando en el aire sonetos con tu nombre.

Encontré la forma de pegar todas esas sílabas convertidas a mal sonantes desde mis labios, aquél nombre tuyo.

Ahora puedo decir que me perdono a mi mismo por mis miedos, por el pánico a que mi corazón se transforme por cada aliento que salía de tu boca, tan denso como un compromiso, en un músculo atrociado. Miedo a que todo termine por tenerlo solamente en recuerdos sin comienzos. Un amor envasado al vacío, un amor fresco sin abrir nadando en sueños conformistas de una mente enferma creándose su destino a base de idealismos.

Hoy quiero quedarme, mañana no sé si zarparé buscando más sueños por donde bucear.
Ahora estoy en tierra y necesito tus besos, envasados al vacío, besos sin abrir a ningún amor más que al mío.

No hay comentarios: