miércoles, septiembre 10, 2008

des-a-mor

Es tan denso mi odio, que lo puedo moldear con mis manos.

Y siempre esculpo tu rostro.

Y sabe Dios que yo no quiero estas manos, yo nunca quise estas manos...

3 comentarios:

Perséfone dijo...

Nadie quiere al odio, pero es tan difícil no caer en sus garras...

Volvemos a vernos. Lo bueno se acaba demasiado pronto.

Un abrazo.

Black Swan dijo...

Ahora tengo las manos limpias y ágiles, para recolectar cerezos que hoy todavía están en flor.


Welcome home.

Audra dijo...

Te di mi corazón, y lo alzaste entre tus manos para idolatrarlo.

Lo pusiste luego a la altura de tus ojos, lo contemplaste, y con una sonrisa maliciosa, jugaste con él mientras yo temblaba de amor y de miedo.

Finalmente, posaste tu boca sobre él, probaste su sabor, y lo devoraste.

Y me miraste con amor, mientras yo desfallecía entre tus brazos, al tiempo que una gota de mi sangre resbalaba por la comisura de tus labios.